Nuestros menores necesitan saber hasta dónde pueden llegar y cuál es su perímetro de seguridad. Límites y normas son necesarios para protegerlos de situaciones que podrían poner en riesgo su seguridad (tomar lejía, cruzar en rojo, ver pornografía, llegar a las cinco de la madrugada o no limpiar la cocina el día que les toca); para evitar que se establezcan conexiones entre sus neuronas que no van a favorecer su desarrollo intelectual, emocional y social; para enseñarles cómo funcionan las personas; para enseñarles a protegerse, etcétera.
La madre y el padre (a ser posible en sintonía) deben marcar el camino progresivamente hasta que se les despierte de forma autónoma la voz interior, la moralidad y el autocontrol: «Cuando te cuelas en la fila, los otros niños se ponen tristes», «Cuando pegas, haces daño», «Cuando comes un helado antes de comer te quedas sin hambre para las lentejas».
Las normas y los límites se asientan en la zona prefrontal. La zona del cerebro que también gestiona lo racional, el conocimiento, la toma de decisiones, la moralidad y el control de las emociones. Por eso es importante que tengamos en cuenta ciertos parámetros con los que se ha demostrado científicamente que el cortex prefrontal (aunque en desarrollo) funciona mejor.
Un límite se formula con frases en afirmativo, con calma y firmeza.
Tienes que indicar claramente lo que SÍ tiene que hacer, lo que esperas de él. Es mejor conectar que corregir, por tanto, intenta siempre marcar el límite antes de que vaya a ocurrir la situación.
Siempre que puedas, empieza la frase con la palabra ‘cuando’ en vez de con la palabra ‘si’ e intenta explicar el porqué.
La neurolingüística afirma que así el cerebro ‘colabora’ más.
Si al rato se le olvida y hace lo contrario de lo que le has pedido, no se lo recuerdes, cumple a rajatabla la consecuencia (por ejemplo, ‘nos vamos del lugar’). Si quiere volver a entrar, dale una única oportunidad. Si lo repite sé firme. Cumple tu palabra.
Vamos algunos ejemplos:
- ‘Recuerda que cuando pegas a un niño, le duele mucho y se pondrá muy triste, entonces nos tendremos que ir del parque’.
- ‘Mientras meriendas debes estar a mi lado, cuando se come hay que estar sentado, una vez hayas acabado, podrás correr lo que te apetezca’.
- ‘Aquí hay que hablar bajo porque bla, bla.... cuando salgamos a la calle podrás hablar alto’.
Este enfoque fortalece el vínculo, enseña la autorregulación y promueve el desarrollo integral del cerebro.
Esta fórmula no siempre funciona, es cierto que hay muchas situaciones y tipo de menores. Sin embargo, con frecuencia tiene buenos resultados si se es constante y perseverante.
Si no puedes resolver el conflicto a base de diálogo, tu hija o hijo traspasa los límites y no respeta las normas que con tanto esmero has razonado, piensa que entra dentro de lo esperable. No te lo tomes como algo personal. No es que no te quiera (aunque te lo diga). Es justamente lo contrario. Contigo siente seguridad, por eso «juega» a ver hasta dónde puede llegar o a mostrarte su malestar. Lo que no significa que te quedes con los brazos cruzados. Estos hechos exigen consecuencias.
Mi libro 'pon límites no pantallas' AQUÍ.
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Soy Carmen López…
Doctora en educación, pedagoga, investigadora y fundadora de Hijos con Éxito.
Después de 30 años dedicada a la educación de familias y profesorado, quiero aportar mis conocimientos y experiencia para ayudar a construir una sociedad sana y equilibrada desde la educación de los más jóvenes.
Porque sin las herramientas adecuadas, la crianza se convierte en un camino difícil de transitar y lleno de culpas.
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